Un gran golpe… de felicidad

vero y tio en bacuranao

Con mi sobrina, ese gran regalo de la vida.

La felicidad, ese estado de ánimo al que Benjamin Franklin definió como pequeñas cosas que ocurren todos los días y no como un gran golpe de suerte, se siente tan bien, tan bien…, que me causa temor referirme a ella para no ahuyentarla.

Pero como no soy supersticioso, y me atrevo a incluirme en el grupo de personas buenas a las que les suceden cosas buenas, voy a sentarme delante de ese monstruo llamado felicidad y lo voy a acariciar y hablarle bajito y darle las gracias e invitarlo a quedarse…

Ese monstruo me ha invadido. No es que me haya tomado por sorpresa, pues de alguna manera he propiciado su llegada, pero se ha encargado de ahuyentar fantasmas, rezagos, esquirlas del pasado… y ha dejado entreabierta la puerta para que yo pase y descubra nuevos horizontes.

Y se siente bien, se siente muy bien. Ese monstruo me está abrazando.

Anuncio publicitario

La foto gourmet (8)

jmam-habana-malecon

© Joseba M. Arginzoniz Martin

POEMA CI

La criatura de isla paréceme, no sé por qué, una criatura distinta.
Más leve, más sutil, más sensitiva. Si es flor, no la sujeta la raíz; si es pájaro, su cuerpo deja un hueco en el viento;
si es niño, juega a veces con un petrel, con una nube…
La criatura de isla trasciende siempre al mar que la rodea y al que no la rodea.
Va al mar, viene del mar y mares pequeñitos se amansan en su pecho, duermen a su calor, como palomas.
Los ríos de la isla son más ligeros que los otros ríos.
Las piedras de la isla parece que van a salir volando…
Ella es toda de aire y de agua fina.
Un recuerdo de sal, de horizontes perdidos, la traspasa en cada ola, y una espuma de barco naufragado le ciñe la cintura, le estremece la yema de las alas…
Tierra firme llamaban los antiguos a todo lo que no fuera isla.
La isla es, pues, lo menos firme, lo menos tierra de la Tierra.

© Dulce María Loynaz (Poemas sin nombre, 1953)