La foto gourmet (2)

entrega-de-donativos-solidaridad-183
«Vibraciones», © Anabelle Pérez


en la pureza de los círculos concéntricos
que crecen y se evaden
desde secretos puntos de armonía.

(© Emilio Ballagas, «Canción sin tiempo»)

Anuncio publicitario

Si pregunta por mí…

NOCTURNO Y ELEGÍA
(fragmentos)

Si pregunta por mí dale estos ojos,
estas grises palabras, estos dedos,
y la gota de sangre en el pañuelo.
Dile que me he perdido, que me he vuelto
una oscura perdiz, un falso anillo
o una orilla de juncos olvidados;
dile que voy del azafrán al lirio.

Dile que quise perpetuar sus labios,
habitar el palacio de su frente.
Navegar una noche en sus cabellos.
Aprender el color de sus pupilas
y apagarme en su pecho suavemente,
nocturnamente hundido, aletargado
en un rumor de venas y sordina.

Ahora no puedo ver aunque suplique
el cuerpo que vestí de mi cariño,
me quedé fijo, roto, desprendido.
Y si dudáis de mi creed al viento,
mirad al norte, preguntad al cielo.
Y os dirán si aún espero o si anochezco.

¡Ah! Si pregunta dile lo que sabes.
De mí hablarán un día los olivos
cuando yo sea el ojo de la luna,
impar sobre la frente de la noche,
adivinando conchas de la arena,
el ruiseñor suspenso de un lucero
y el hipnótico amor de las mareas.

Es verdad que estoy triste, pero tengo
sembrada una sonrisa en el tomillo,
otra sonrisa la escondí en Saturno
y he perdido la otra no sé donde.
Mejor será que espere a medianoche,
y a la vigilia del tejado fría.

(Uno de los grandes poemas de Emilio Ballagas, escrito en 1937).

Un poeta, dos poemas

Ballagas en dos tiempos podría titularse este post. Pero en realidad no se trata de Emilio Ballagas, una de las voces más líricas de la poesía cubana e hispanoamericana. Se trata de mí, de dos estados de ánimo vistos a través de dos grandes poemas. El primero, Nocturno, refleja cómo me sentía hace meses. El segundo, Poema impaciente, es mi sentir en estos últimos días; claro, me siento con más euforia pero igual de impaciente. Aquí van:

Nocturno

De pronto me he quedado como una rama sola
en espera del fruto y de la dulce hoja,
como un desierto, como un libro
olvidado en el polvo, como una silla rota.

La sombra del abismo de los no bautizados
invade mi cabeza de una ceniza fría.
Estoy entre icebergs y barcos encallados,
entre máscaras viejas y frases sin sentido.

De pronto me he quedado como una rama sola
en un país de otoño perpetuo y angustiado,
como una isla de sal o un pájaro de nieve,
como un balcón sin rosas y una calle sin gente.

Han venido murciélagos, turbios niños de cieno,
oscilantes recuerdos como un suelo que cede
a la presión del pie… Fosforescencias mudas,
paraguas, esqueletos y no sé qué otras cosas…

De pronto me han cegado los ríos que yo amo,
me han talado los árboles y amputado los sueños.
¿Qué vuelo torpe, qué ala de espinas y membrana
va creciendo en mi pecho y me apaga las sienes?

Se llevaron los rostros y las cálidas manos,
las niñas con sandalias, los alegres muchachos
cuyas camisas se hinchan de viento y de hermosura
como velas de barcos, cuando van en patines…

De pronto me he sentido como un pozo sin fondo,
con un gusto muy triste de botella vacía,
esperando el amor del agua y sus estrellas,
la entrega de las nubes, el secreto del cielo.

Vendrán lámparas graves, realidad, ademanes
caras familiares… puentes hacia la vida.
Habrán de devolverme al reino de las formas
del llanto y de la risa, de los perros ladrando…

Aquí mi rama espera el brote de su alondra,
la humedad de la hoja y el fruto madurando:
¡Oh! venid, voces vivas, luces y voluntades,
corroboradme el mundo, la verdad, los paisajes.

Poema impaciente

¿Y si llegas tarde,
Cuando mi boca tenga
Sabor seco a cenizas,
A tierras amargas?

¿Y si llegaras cuando
La tierra removida y oscura (ciega, muerta)
Llueva sobre mis ojos,
Y desterrado de la luz del mundo
Te busque en la luz mía,
En la luz interior que yo creyera
Tener fluyendo en mí?

(Cuando tal vez descubra
Que nunca tuve luz
Y marche a tientas dentro de mí mismo,
Como un ciego que tropieza a cada paso
Con recuerdos que hieren como cardos.)

¿Y si llegaras cuando ya el hastío
Ata y venda y las manos;
Cuando no pueda abrir los brazos
Y cerrarlos después como las valvas
De una concha amorosa que defiende
Su misterio, su carne, su secreto;
Cuando no pueda oír abrirse
La rosa de tu beso ni tocarla
(Tacto mío marchito entre la tierra yerta)
Ni sentir que me nace otro perfume
Que le responda al tuyo,
Ni enseñar a tus rosas
El color de mis rosas?

¿Y si llegaras tarde
Y encontraras tan sólo
Las cenizas heladas de la espera?

Emilio Ballagas (Camagüey, 1908 – La Habana, 1954), pertenece a la llamada segunda generación republicana, y conforma junto a su coterráneo Nicolás Guillén y a Eugenio Florit la tríada de poetas más representativos de la misma. Ballagas se inicia a la creación poética bajo la influencia de los diferentes ismos de la vanguardia artística. Sus primeros poemas y libros evidencian estas huellas aunque desde el comienzo mismo puede verse en su quehacer y preocupación estética la impronta de un auténtico poeta. Júbilo y fuga (1931) resuelve en acertada combinación los influjos de la poesía pura de que fuera máximo exponente Mariano Brull (Camagüey, 1891– La Habana, 1956) y los de la vanguardia en general. Ballagas transitó asimismo la poesía llamada negrista con un genuino sentir de poeta que no se atiene a lo meramente externo, como bien muestra su Cuaderno de poesía negra (1934). Sabor eterno, (1939) marca indudablemente el momento de pleno dominio técnico de Ballagas que se confirma en sus siguientes entregas. Además de su poesía, Ballagas es asimismo el autor de numerosos trabajos ensayísticos en prosa sobre temas literarios, y en particular acerca de la poesía