No quiero sonar sensacionalista, pero bastante pocos accidentes ocurren en República Dominicana para lo mal que se maneja en este país. Esa fue una de las cosas que más me llamó la atención cuando llegué a Santo Domingo hace siete años.
Según los últimos reportes oficiales, en agosto pasado casi seis personas murieron cada día en accidentes de tránsito en cuatro autopistas dominicanas. Las estadísticas muestran que 179 personas fallecieron en ese caluroso mes, 5,77 por día, en las autopistas Las Américas, Duarte, 6 de Noviembre y del Nordeste.
Hoy es un día para celebrar. Nada de lágrimas… Sonrisas, de oreja a oreja si es posible. El 20 de julio de 2008 inicié un viaje –hasta ahora sin retorno– con la versión definitiva de esta bitácora. Llegar a 417 entradas en 12 meses, sin contar la que estás leyendo, es ejemplo de constancia e interés por mantener actualizado este espacio, por cultivar valores, acercarme a personas que a veces necesitan una palabra de aliento, de identificación, o un abrazo como sugiere el nombre del blog.
El camino ha sido interesante, la experiencia enriquecedora, nadie dijo que sería sencillo, tampoco vaticinaron que sería extenuante. Alegrías y tristezas se montaron en la balanza. El peso de las alegrías y las verdades desequilibró la balanza y desterró las tristezas, las penas y los desengaños. Las malas yerbas fueron arrancadas de raíz por manos amigas unas veces, por mis manos otras.
Cuántos puentes se han tendido, cuántos abrazos, buenas energías y conocimientos compartidos. Feliz de recibir al visitante 80,000 –acontecimiento que de seguro sucede en las próximas horas– y sorprendido de haber llegado tan lejos en el ranking mundial de internet, al puesto 861,323, y al lugar 1,325 de República Dominicana, según datos aportados hoy por la compañía Alexa.com.
Pero lo más importante es que seguimos aquí, al alcance de un par de clics. Y si termino este post con una canción, es porque la fecha lo exige. Para todos, Himno a la alegría, una composición de Amado Regueiro Rodríguez, basada en el último movimiento de la «Novena Sinfonía» de Beethoven y que Miguel Ríos hizo famosa en todo el mundo.
Sembraron un abrazo: