Esa mirada
julio 2, 2009 1 comentario

© Jeff Davies
Ante la mirada de los afectos,
la cálida luz que no cesa se precipita sobre mí.
Concepto que nace en los límites de mi delirio, bocanada casual de reflexiones.
julio 2, 2009 1 comentario
© Jeff Davies
Ante la mirada de los afectos,
la cálida luz que no cesa se precipita sobre mí.
mayo 19, 2009 5 comentarios
José Martí, el Héroe Nacional de Cuba, murió en combate un día como hoy del año 1895. Sólo tenía 42 años. Ese día en que las balas españolas lo alcanzaron llevaba en el bolsillo de su chaqueta una foto de María Mantilla.
María Mantilla es la protagonista de sentidas y tiernas cartas que escribió el Hombre de la Edad de Oro. Era hija de Carmen Miyares de Mantilla y de Manuel Mantilla Sorzano, matrimonio que tenía una casa de huéspedes donde Martí vivió cuando llegó a Nueva York.
Estas cartas han sido motivo de controversia. Algunos estudiosos de la vida y obra de Martí ven a María Mantilla como su hija y no de Manuel Mantilla. Más allá de la controversia que genera esta parte del epistolario martiano, las cartas dedicadas a María están cargadas de una paternidad espiritual incuestionable y una ternura mayúscula, como si hubiera tenido la certeza de que ya no se volverían a ver.
Como trágica y lírica se puede considerar su última carta a María; podría decirse que se despedía de ella. Aunque la que les dejo a continuación no fue la última, está fechada dos meses antes de morir Martí:
[Cabo Haitiano, marzo de 1895]
Mi María:
¿Y cómo me doblo yo, y me encojo bien, y voy dentro de esta carta, a darte un abrazo? ¿Y cómo te digo esta manera de pensarte, de todos los momentos, muy fina y penosa, que me despierta y que me acuesta, y cada vez te ve con más ternura y luz? No habrá quien más te quiera; y sólo debes querer más que a mí a quien te quiera más que yo.
¿A que de París, de ese París que veremos un día juntos, cuando los hombres me hayan maltratado, y yo te lleve a ver mundo antes de que entres en los peligros de él, a que de París vas a recibir un gran recuerdo mío, por mano de un amigo generoso de Cabo Haitiano, del padre de Rosa Dellundé? Yo voy sembrándote, por donde quiera que voy, para que te sea amiga la vida. Tú, cada vez que veas la noche oscura, o el sol nublado, piensa en mí.
En mi nombre visita a Benjamincito, y a Aurora, y a Mercedes, a quien escribiré antes de salir de aquí, y ve con ella a llevarle flores a mi pobrecita Patria. Que tu madre sienta todos los días el calor de tus brazos. Que no hagas nunca nada que me dé tristeza, o yo no quisiera que tú hicieses. Que te respeten todos, por decorosa y estudiosa. Que entiendas cuánto, cuánto te quiere
Tu
Martí
Y ¿esa oreja de mi leal Ernesto? Le mando un beso, allí donde se le heló, tú se lo das.
Obras Completas, Vol. 20, p. 215. Cotejada con el manuscrito original.
octubre 26, 2008 1 comentario
Hace poco me regalaron este escrito y lo quiero compartir con ustedes:
«Vigila tus pensamientos, estos se convierten en palabras. Vigila tus palabras, estas se convierten en acciones. Vigila tus acciones, estas se convierten en hábitos. Vigila tus hábitos, estos se convierten en carácter. Vigila tu carácter, este se convierte en tu destino«.
Quizás me siento de esta manera porque a mi esposa se le conoce cariñosamente como «La feliz abrazadora». Si algo se mueve, ella se detiene y lo abraza, si no se mueve, le quita el polvo y lo vende. Sin embargo, existe otra razón para que yo crea que abrazar es la respuesta.
Según Greg Risberg, del Instituto Médico Universitario Noroccidental de Chicago, entre los beneficios sicológicos de abrazar están la reducción de la presión sanguínea y el incremento del oxígeno en la sangre. Asegura que todos tenemos una «piel sedienta», y que se nos escapa una parte vital de nuestra salud si no participamos seriamente de los abrazos.
El especialista sostiene que cuatro abrazos diarios son los requerimientos mínimos para calmar esa piel sedienta. Desde mi perspectiva, necesito mucho más que cuatro. Stanley Simon, de la Universidad de Massachusetts, dice que «abrazar es más que demostrar cariño. Esta práctica parece mantener saludables a las personas. La piel es el órgano sensorial más grande del cuerpo. Si no está suficientemente estimulado, es posible llegar a experimentar una sensación dolorosa.»
En el caso de los maridos, les diré algo acerca de sus esposas. A ellas les encantan los abrazos, pero se resienten si sus esposos no les hacen caso en todo el día para luego darles toda su atención cuando las luces se apagan en la noche. Ellas quieren un abrazo cuando un abrazo es todo lo que ustedes tienen en la mente.
No necesariamente desean que el abrazo sea largo y en ocasiones no precisan que sea insinuante o sensual. El abrazo en realidad significa: «Te amo, disfruto estar cerca de ti, eres importante para mí, espero pasar más tiempo contigo». Un antiguo dicho dice que las acciones hablan más fuerte que las palabras. Tomarse unos pocos segundos varias veces al día, para recibir y dar esos abrazos, habla a todo volumen.
(Autor: Zig Ziglar)
Sembraron un abrazo: