¿Qué sé de ti?

¿Qué sé de ti, corazón? ¿Recuerdas cuando te cantaba «me muero por conocerte, saber que es lo que piensas, abrir todas tus piernas –perdón, puertas»? Ahora se me ha ocurrido que no sé cuál es tu color favorito, ni tu canción favorita, ni tu flor preferida, y tu animal, ¿cuál es tu animal? En un mundo tan tecnológico debería acudir a Facebook, Hi5, Myspace o cualquier otra comunidad online donde es fácil encontrar el «cuéntame tu vida» de cada persona, pero prefiero el diálogo directo con el ser amado, el objeto de pasión. Bueno, no tan objeto, tú entiendes, esto es algo más sustancioso. Ya sé cuál es tu perfume favorito, qué chocolates prefieres, qué refresco te apetece más, el color de tu ropa interior (do not blush, please)… Aun desconozco de qué lado de la cama duermes, cuántas cucharadas de azúcar le pones al café, con qué mano te peinas. Por otro lado, sé qué crema facial usas, cuántas caries tienes (y me ofrecí voluntario para combatirlas con mis besos, que conste), tu parqueo favorito cuando vas al supermercado. Sé también qué cosas te hacen avergonzarte y dónde te gusta que te bese (don´t blush again, darling). Como ves, sé bastante de ti en tan poco tiempo y a la vez sé poco. Quizás sea por este deseo incontenible de llegar a los rincones más intrincados de tu existencia, este sentimiento que se apodera de mí cada día que pasa, con cada mirada, cada beso, cada roce de mano, cada sonrisa… Un sentimiento que tiene un nombre y que aun no me atrevo a pronunciar…

P.S. I know you…

Anuncio publicitario

Bienvenida la radio

Ya tengo radio. ¿Cuántas cosas se pueden hacer con un equipito? Escuchar las emisoras, cds (hasta mp3) y casetes. Ya no tendré que abusar de la computadora para oír música. Claro, eso no quita que lo siga haciendo, pero con moderación. Ahora a nutrirme de los programas de la radio, a estudiarlos, a analizar sus virtudes y defectos.

La magia de la radio… Qué maravilla saber que al sintonzar música o palabras se establece un ambiente especial en el que el oyente, oyedor u oyerista –jejeje, eso suena a voyerista– logra vivir un momento incomparable. Ese alguien que trasmite con su micrófono detrás del dial no sabe todo lo que puede hacer con los sentimientos del que escucha.

Siempre me ha llamado la atención esa magia de provocar miedo, alegría, confusión, éxtasis… cuando desaparece el espacio entre emisor y receptor. Algo similar debió suceder en tiempos bien remotos cuando a la luz de las cavernas se contaban historias y la vida parecía menos complicada.

Ah, la magia de la radio… Con qué desfachatez alguien entra a nuestro espacio y violenta nuestra intimidad… ¿O acaso somos cómplices de la situación?

Esa voz

No debiera ser posible
dormirse sin tener cerca
una voz para poderse despertar.

No debiera ser posible
dormirse sin tener cerca
la propia voz para poderse despertar.

No debiera ser posible
dormirse sin despertar
en el momento justo en que el sueño se encuentra
con esos ojos abiertos
que ya no necesitan dormir más.
(Roberto Juarroz)

Déjame ser la voz que te despierte los instintos, déjame gritar con sonoro descaro y osada euforia que no temo a nada en esta carrera por ganarme tu corazón. Déjame ser la voz que cante la melodía que precisan tus oídos, la voz que enciende lucecitas tenues cuando tus ojos cansados por fin se marchan por el camino del sueño, déjame guiarte, déjame ser dulce como un M&M para subir tus niveles de azúcar cuando creas que vas a desfallecer, déjame ser oportuno como una compota de manzana… Pido poco a cambio, si acaso ser correspondido es pedir poco. Entonces pido lo que me merezco, para ser justo. Dulces sueños, corazón.

P.S. I want you.